miércoles, julio 01, 2009

Te queremos ver campeón...


Es muy difícil encontrar testigos vivos de los días más gloriosos de Huracán. Ya casi no quedan privilegiados que pudieron observar las cuatro consagraciones en los años 20, que hicieron del Globo de Newbery el club más más campeón de esa década, junto a Boca, su archirrival de entonces. Resulta mucho más sencillo, claro, encontrar a la generación de estos días, a los Sub 36, a los que nacieron después del Equipo de los Sueños de 1973. Sí, ellos, los pibes que se criaron en los días bravos de Huracán, con nueve temporadas en la B en los últimos 23 años, los que conocieron el dolor enorme de tres descensos, a los que les contaron glorias que hasta ahora parecían mentira. Ellos, esos pibes, son los que gritan hasta la disfonía: "Te queremos ver campeón..." En la Alcorta, con algún abuelo que los hizo quemeros para siempre, aunque ahora lo mira desde ese cielo en el que espera una felicidad este domingo. En la Miravé, con algún tío inquebrantable que les puso la pasión en la sangre, les pagó la cuota desde el día del nacimiento y les contó sin inhibiciones que Huracán es grande. En la popular Ringo Bonavena, con ese papá que aún resiste las verdades hostiles de estos días y sueña con que el pibe finalmente crea que Cappa es un Angel capaz de todo, incluso del milagro de una vuelta olímpica.
Lucas Ricardi (29 años), Rodrigo Rocca (18), Ariel Alonso (18), Arturo Gutiérrez (25), Demián Ricardi (24), Juan Manuel Pollio (24), Javier Domínguez (24), Francisco Rodríguez (18), Damián García (19), Melisa Qualanda (18), Martín Santoro (18), Federico Musa (20) y Jorge Prieto (25) son algunos de los exponentes de la generación nacida luego de 1973. Reunidos por Clarín, en un rincón entrañable de Parque de los Patricios, sobre la avenida Colonia, contaron sus historias quemeras, sus promesas, sus locuras, sus ilusiones enormes.
Está el que promete compromiso y hasta casamiento si Huracán se consagra el domingo. Están los amigos que irán a Luján. Está el que donará dinero, el que se tatuará la sexta estrella en el pecho, el que se sacará hasta el último de sus pelos, el que le prometerá a su novia dos años sin ir a la cancha, el que recorrerá el césped del Ducó de arco a arco con sus rodillas. Aparece el que no sabe qué hacer en nombre del festejo. "Lo que sea... Hago lo que sea. Si me tengo que contagiar la gripe, no hay drama. Pero quiero dar la vuelta olímpica. Quiero eso", dice uno y se le suman casi todos los demás.
La mayoría de ellos conoce de postergaciones y de padecimientos. Estuvieron en el 1-5 ante Tiro Federal, en el Ducó, cuando parecía que el cielo se caía a pedazos sobre la cabeza de ellos, hace apenas tres años. Y fueron a San Juan y sufrieron el trauma de otra final sin éxito. Antes ya les habían dolido partidos decisivos y Promociones ante Gimnasia de Jujuy, Instituto y Argentinos. Lloraron.
Y un día gritaron hasta quedarse sin voz en Mar del Plata, ante Aldosivi. Y les pasó lo mismo más tarde, en Mendoza, ante Godoy Cruz, ese día de 2007 en el que volvieron a sentirse de Primera.
Ahora gritan sin miedo: "Que de la mano/de Angel Cappa/todos la vuelta vamos a dar..." Confían como nunca antes. Mucho más que en aquel 1994, cuando el equipo que dirigía Héctor Cúper se quedó en la antesala de la consagración. Ellos nunca lo vieron campeón en la A al Huracán de sus corazones. Ahora, saben que apenas falta un paso. Que el grito esperado merece hasta lo imposible. Se volverán a ver el domingo, en Liniers. O mejor después, en los pretendidos festejos por los barrios del Sur...

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarín.