lunes, septiembre 30, 2013

Un papelonazo


Nacional 13/14, Fecha 10: Huracán 0-Brown de Adrogué 1, en el Palacio Ducó. Sin fútbol, sin gol, sin alma, sin nada. Se perdió contra un equipo de presupuesto mínimo, frecuente participante de la C y de la D. Es el quinto tropiezo consecutivo y el séptimo en diez fechas. También resulta el final de este tristísimo ciclo de Mohamed en Huracán... Un papelonazo.

El mejor: Víctor Cuesta.
El peor: Leandro Caruso.

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
El fixture

miércoles, septiembre 25, 2013

Vení, Pelé, jugá en el Ducó...


El Ducó, en 1973. De un lado, El Equipo de los Sueños; del otro El Equipo del Siglo. Huracán y el Santos, en un duelo de elite en Parque de los Patricios. Fue el Partipo de Celebración del título obtenido en 1973. Y allí, Pelé -crack de todos los tiempos- como protagonista. Un recuerdo agradable, más allá del resultado ocasional.

lunes, septiembre 23, 2013

Capurro + 10


Capurro, en acción, ante Patronato. Un lujo útil.

Alejandro Capurro es, a esta altura, el mejor de los refuerzos de Huracán. El que mejor entiende lo que pretende Mohamed y el que mejor se adaptó a nuestra camiseta de historia y de necesidades. Aplausos para él, a pesar de todo.

domingo, septiembre 22, 2013

Pesadilla 4


Nacional 13/14, Fecha 9: Patronato 2 - Huracán 0, en Paraná. Cuatro derrotas al hilo. Juego en declive. Carencia de gol. Errores repetidos. Nueve puntos en nueve fechas... Despiértenme cuando termine la pesadilla...

El mejor: Alejandro Capurro.
El peor: Leandro Díaz y Leandro Caruso.

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
El fixture

sábado, septiembre 21, 2013

El Abandono del 73

El desaparecido Gasómetro, en 1973. Las pintadas, en la semana del clásico que San Lorenzo desistió de jugar en su cancha.

Por Eladio Mases
El Equipo de los Sueños ya se había consagrado campeón del Metropolitano de 1973, tras 45 años de espera (desde aquella gloriosa conquista de 1928, la que nos había convertido en los más campeones de los años 20). Huracán había sido el mejor, había escuchado ovaciones en casi todas las canchas, había dado la Vuelta Olímpica frente a Gimnasia La Plata, en el Ducó. Y faltaba un detalle que quería el destino: la celebración en el Gasómetro. El clásico debía jugarse a la semana siguiente en el desaparecido estadio de Boedo, en la Avenida La Plata. El mismo escenario en el que Huracán ya había dado tres Vueltas Olímpicas en Copas Nacionales Oficiales de AFA: la Copa Consuelo Beccar Varela (de 1933), la Copa Adrián Escobar (de 1943, contra ) y la Copa Competencia Británica (de 1944, tras un memorable 4-2 a Boca en la final), tradicionales competiciones de las dos primeras décadas del Profesionalismo. Los hinchas y los dirigentes de San Lorenzo no querían festejos ajenos en su casa. Y actuaron en consecuencia. Rompieron el césped, sacaron un arco, mataron su localía. En Parque de los Patricios se lo conoce como "El Abandono del 73".

En el sitio oficial de la Subcomisión del Hincha de San Lorenzo se cuentan aquellos hechos en detalle: "El Domingo 6 de Agosto San Lorenzo recibió a Boca en el Gasómetro por la vigésima quinta fecha del Metropolitano bajo el arbitraje de Luís Pestarino, el partido terminó en derrota 3 a 2, pero la extrañeza general fue la reacción de la hinchada del Ciclón arrojando piedras y botellas contra el arquero de Boca Vidallé (durante 10 minutos en pleno desarrollo del encuentro estuvo suspendido el partido) sin que mediara jugada polémica alguna, el trasfondo era que ya Huracán se perfilaba para ganar el Metropolitano y en ocho fechas debía llegar a Avenida La Plata con posibilidad de dar la vuelta olímpica en Boedo, la idea era provocar  la suspensión del Gasómetro, como finalmente sucedió, con Colón y Velez se debió jugar en Atlanta de Local y ante Huracán cuando vencía la suspensión se jugó en cancha de Velez.

Ante la duda de la A.F.A de hacer jugar el clásico en el Gasómetro, en la semana la hinchada azulgrana levantó el césped en los bordes del campo de juego y hasta desapareció un arco.

La conclusión fue que se decidió que el partido se jugara en Liniers en horario nocturno el viernes 21 de Septiembre, dos días antes de las Elecciones Nacionales Presidenciales de 1973".

En la previa al clásico, sucedió el siguiente ida y vuelta de un periodista del diario La Razòn con el entonces presidente de San Lorenzo, Osvaldo Valiño. "¿Como es eso que usted no quería que Huracán diera la vuelta olímpica en el Gasómetro?", le preguntaron. Y el hombre respondió: "Simplemente no quería que los de Huracán después de perder con nosotros, se quedaran dos días adentro del estadio festejando".

Se llama confesión de parte.

No más preguntas, Señor Juez.

miércoles, septiembre 18, 2013

Explicar lo inexplicable



Nacional 13/14, Fecha 8: Huracán 1 - Instituto de Córdoba 3, en el Palacio Ducó. Que lo explique Mohamed....

El gol: Gonzalo Martínez.
El mejor: Vacante.
El peor: Alexis Ferrero, Juan Arraya y Leandro Caruso.

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
El fixture

martes, septiembre 17, 2013

¿Sabíamos?


Por Atilio Cesáreo Grosso*

¿Sabías que.....
 
.... el pibe Martinez que debutó hace un par de años, la amasaba, la pisaba y gambeteaba sin concretar, dando muestras de inmadurez futbolística, es el mismo Martinez que aún la amasa, la pisa y gambetea sin concretar, dando muestras de inmadurez futbolística?

..... el confundido Mohamed que nos dirigió en Varela, es el mismo Turco quemero que ganó la Sudamericana con un Independiente medio pelo, pero metía dos cambios y la re pegaba, y sino ganaba de puro culo?
.
.... que la TV Pública no equivocó las imágenes de Varela con las del Campeonato Juvenil Evita Capitana de Chaco, sino que efectivamente el puntero del campeonato donde milita el Glorioso Globo de Stábile, es un cuadro cuya cancha casi no tiene tribunas, pero igual logra albergar a sus poquitos simpatizantes?

..... que el DT del humilde cuadro que nos pegó un paseo memorable en Varela, no era Guardiola, sino que es el mismo Diego Cocca que duró medio campeonato en Huracán ya que "no jugaba a nada"?

...... que el Claudio Guerra que definió como Romario, es el mismo delantero del que prescindimos varias veces por bajos rendimientos? ... y que el criterioso y esforzado Walter Busse del Halcón, no es un primo ni un hermanito, sino que es el mismo que dejamos libre porque "le quedaba grande la camiseta de Huracán"?

Mamita, qué realidad...  Algunos dicen que cuarenta años no es nada. En nuestro Huracán es lo que tarda en construirse un infierno desde el principio de un paraìso...

Un abrazo Quemero.


*Atilio Cesáreo Grosso es un tipo grande. Un viejo con onda. Pero un viejo cascarrabias. Divertido, agradable. Muy Quemero, aunque parece -por momentos- hincha del Inquilinato. Desde hoy se convertirá en nuevo columnista de este modesto Blog. Su papá le contó que fuimos los mejores del mundo en los años veinte. El vio al Equipo de los Sueños en los años setenta. Hoy, quejoso de todo, se sienta en la Alcorta para ver a Huracán. Y, ad honorem, se suma a este espacio. El lo sabe: en definitiva, reìrnos de nosotros forma parte de nuestra grandeza.

lunes, septiembre 16, 2013

Palabras de campeón



Testimonios del Huracán del 73. Cuarenta años del Equipo de los Sueños, aquel espejo de lo mejor del fùtbol argentino.

El Paraíso cumple cuarenta años


Ese equipo se transformó en preciosa mitología. Porque fue campeón, pero sobre todo porque generó lo que casi nadie antes ni después: fue una identidad. El Huracán del 73 resultó una de las últimas militancias en nombre del carácter lúdico de este deporte. Lo cuentan los que lo vieron y lo exhiben muchos de los videos que ahora se pueden observar: René Houseman gambeteaba rivales como si fueran postes; atrás de èl, Miguel Brindisi ofrecía una cátedra tras otra en cada una de sus presentaciones. A los costados, Omar Larrosa y Carlos Babington brindaban elegancia. En el fondo, el Coco Basile era un vozarrón que dirigía y Jorge Carrascosa era un líder que enseñaba adentro y afuera del campo de juego. Sí, arriba, Roque Avallay -con su sonrisa de gol- gritaba victorias.

Hoy, ahora, en este ratito, se cumplen cuarenta años de un equipo que fue un hito y una gloria sin olvido. Lo dicen muchos, incluso el padre de la cuestión, César Menotti: aquel Huracán resultó la matriz conceptual que permitió la consagración de la Argentina en su primera Copa del Mundo, en 1978. Decía el entrenador y lo repite ahora el sitio oficial de la FIFA: “Ese Huracán salvó al fútbol argentino”.

“La espera valió la pena”, escribía por aquellos días de hace cuatro décadas Osvaldo Ardizzone -crack de las palabras y del periodismo- en la revista El Gráfico. Tenía razón: Huracán volvía a ganar un título de Liga luego de 45 años, desde aquella consagración lejanísma de 1928, en tiempos de Stábile y de Onzari; y se consagraba tras 29 temporadas, luego de aquella vuelta olímpica en el Gasómetro ante Boca, en ocasión de la Copa Competencia Británica, su última celebración oficial en el ámbito de la AFA.

Hay una cuestión del tiempo que lo hace más relevante al logro: es, quizá, la única vuelta olímpica que disfrutó la amplísima mayoría de hinchas de Huracán que ahora viven. Desde la calle Viamonte homologaron en días recientes los once títulos de esta historia de más de 104 años, pero para casi todos los beneficiarios de ese pasado aquellas estrellas resultan un cielo en blanco y negro. Hermoso, pero así.

Lo contaba Angel Cappa, en las charlas de bar y vestuarios en aquel 2009 de refundaciones: “Ese equipo representó un modo de entender el fútbol. Se jugaba para ganar, pero también para gustar, para el espectador, para el hombre de fútbol. Y el aplauso era esa merecida consecuencia”. Roberto Fontanarrosa, hincha de Central desde lo más profundo de su alma, contó alguna vez en esta redacción que la única vez que en Arroyito se aplaudió a un rival fue en aquel año: en ese 5-0 mágico e inverosímil que Huracán ofreció bajo el cielo de Rosario. No fue la única actuación estupenda ni la única goleada. Huracán debutó con un set ante Argentinos, en el Palacio Ducó: 6-1. Luego goleó 5-0 a Racing, repitió el 5-2 ante Ferro y Atlanta, todo en esa primera rueda de encantos. El recorrido continuó más eficaz que brillante en la segunda vuelta (las convocatorias internacionales ausentaron a los magos). Pero cuando todos se juntaban parecían un ballet al servicio del buen gusto.

La campaña también brilló por sus números: 19 victorias, ocho empates y sólo cinco derrotas. Atrás quedaron Boca, River, San Lorenzo e Independiente. A pesar de la derrota ante Gimnasia La Plata, el 16 de setiembre, Huracán dio la vuelta en su cancha. También volvió a celebrar, en el mismo Ducó, frente a Boca, aquel viejo rival de los años veinte. Allí, en esa vuelta olímpica tardía estaba el inmenso Emilio Baldonedo. Lo contó antes de despedirse del mundo, a fines de los años noventa: “Ese equipo fuimos todos. Una manera de interpretar este juego. En definitiva, nosotros. Huracán”.

Texto publicado por el autor del Blog, en Clarin.

Una sortija para un viaje en Globo

 
Por Juan Sasturain*
Este año, de una revista futbolera, a contramano de las facilidades y el verseo, me pidieron que escribiera algo sobre el Huracán del ’73, del que se cumplían años justos. Mi respuesta fue vaga, amistosa, enredada y muy sentida. Escribí lo que me parecía a partir de demasiadas salvedades (aclaraciones previas que –como su nombre no lo indica– no “salvan” a nadie) y terminé redactando(me) algo que si no era un manual de instrucciones sobre “Cómo ganar la sortija para un viaje en Globo” (sic), tenía algo de mapa de ruta ideológico –si eso existe–, o de recetario acaso inútil para la supervivencia en tiempos no sólo futboleramente desangelados. Quiero volver ahora sobre la idea y sobre aquel texto.

Es que ante cualquier tema o cuestión que se plantee, siempre hay cuestiones previas. Quiero decir: para hablar de cosas que nos gustan, para hablar del Huracán del ’73, o del benteveo, o de Floreal Ruiz con Troilo en los ’40, o del tardío Soñar, soñar de Favio, o de Wimpi en la radio, de Locche en el ring, o de La mujer sentada en todos lados y en ninguno, de Copi, o del Gordo Cooke –para ir más lejos–, primero hay que subirse a su hombro, a su barco, a su rama, a su sueño, a su mundo personal. Mejor o simplemente dicho: para ganar la sortija primero hay que estar subido a la calesita.

Ejemplo del pajarito: los pibes, los enamorados, los ornitólogos y los embalsamadores miran / han mirado y escuchan / han escuchado al mismo benteveo. Pero no me vas a comparar lo que hacen con él o lo que queda del pajarito, respectivamente, en la rama, la oreja, el alma, la jaulita o la repisa. Entre subirse al árbol para respirar el aire y ver de cerca las hojitas contiguas al bicho, y mirar de abajo con un sombrero para que no se te desgracie encima; entre recortar la foto del libro o bajar el video de sus gorjeos de YouTube, hay distancias de experiencia.

De otra manera y mejor dicho y ejemplificado: podés ser incluso la mamá del nene que gira, o ser el fabricante del caballito o el dueño de la cadena de calesitas de la ciudad, pero para ganarte la sortija tenés que subirte al vértigo y apuntar con el dedo afilado y los ojos cerrados del arquero zen.

En el caso particular que se planteaba, el del Huracán del ’73, la sortija, el premio, era y es la comprensión, la iluminación del mito que sigue hablándole al presente. Y el disfrute compartido (con partido), claro. El mito no es una mentira sino un cuento social y personalmente saludable y ejemplar que sirve para pensar(se), soñar(se), imaginar(se). El mito va por senderos de comprensión y explicación diferentes de los de la Historia y la puta estadística. Enseña e ilumina desde otro lado. Su hábitat es la memoria, hija y madre de la identidad y prima no política de la necesaria alegría, amiga del juego y única condición de posibilidad de lo pleno humano.

El Huracán del ‘73 es hoy todavía, como La Máquina, como el Independiente que terminaba con Grillo y Cruz, como el efímero terceto de Lima ‘57, como Los Matadores de Tim en sus dos versiones, como el jogo bonito del River de Didí, como Los Albañiles, como el Rojo del Bocha y el Argentinos del Bichi, un mito futbolero argentino no negociable.

Y se revive, como buen mito, en la repetición casi ritual. De nombres, de roles, de etiquetas ayudamemoria. No es casual que, como en todos o casi todos los otros casos mencionados, se trata de una formación, de un equipo, pero que la referencia que lo identifica, el subrayado esté (desde fines de los ’60) en el banco de conducción y, desde siempre, en ciertos pobladores de la cancha del medio para adelante.

En el caso del Huracán del ’73, se dice –en el concepto– el equipo “de Menotti”, y en la memoria sensual se menciona la “delantera” todavía completa, recitable del siete al once: Houseman, Brindisi, Avallay, Babington y Larrosa. Incluso se ponían siempre así para la foto. De derecha a izquierda, una progresión del calor al frío, de la locura al raciocinio, de la explosión al equilibrio.

No vamos a hablar de las consabidas virtudes del incómodo René, del precoz Miguelito, del sabio Inglés, del Larrosa de perfil bajísimo o de Roque, el velocista que una vez frenó para pensar. Pero si uno mira para atrás en la cancha y para arriba en la foto, hay cuatro nombres más que el mito conserva de frente y de perfil: de frente y literalmente encolumnados, Russo en el medio laburante y Basile en el fondo pechador; de perfil por izquierda, en la cancha y en la foto, Carrascosa, callado y de únicos bigotes. Por derecha, lisito y tan uruguayo, Chabay. Por razones que sólo el devenir del mito puede explicar, el arquero Roganti y el central Buglione –que me perdonen la burrada los quemeros– se desdibujan para el mitómano foráneo.

Incluso Cejas, el Chocolate Baley y Paolino el fugaz, que vino de Racing, calzan más y mejor en esos espacios míticos. Como Ardiles, que llegó tarde o cuando por poquito no alcanzó. Que así es la historia.
El Flaco Menotti –como pasa con Didí, el peruano adoptivo, o con Tim, el sabio de la manta corta– figura y da carácter al mito no por lo que (im)pone sino por lo que deja (jugar). Se supondría que con su concepción del juego primordial y del protagonismo de los jugadores no debería estar su nombre en memorable primera fila (¿quién “dirigía” La Máquina?, ¿qué le decía Stábile a Grillo, o a Maschio, Angelillo y Sívori, en el vestuario?). Pero sí debe estar, y con justicia histórica y poética, ya que el Flaco es, en perspectiva, un puntual Restaurador de las Formas –menos viejo Rosas que futuro Guardiola– tras el desastre futbolero institucionalizado de la inmediata transición entre décadas: clubes campeones mundiales de modelo utilitario y selecciones confundidas. Y eso vale, hasta hoy. O sobre todo hoy, en el páramo.

Uno podía y puede ganarse un viaje en calesita, otra vuelta en los autitos chocadores o toda la torta para reinvertir en El Estanciero. Pero si uno quiere ganarse la sortija válida para un viaje en Globo, tiene que animarse a volar.

*Periodista y escritor. Texto publicado en Página/12.

Un sueño grande cumple cuatro décadas


La revista Goles y su homenaje al Equipo de los Sueños, aquel memorable campeón de 1973. Aplausos, señores: aquella gloria compartida cumple 40 años.

Clarín no miente


Septiembre de 1973. Huracán campeón en la portada del Deportivo de Clarín.

domingo, septiembre 15, 2013

La Guerra del Ex



Nos suele pasar. Parece una condena: cualquier ex jugador -incluso aquellos que rindienron poco o nada- nos terminan dañando cuando los volvemos a enfrentar. Esta vez fue el turno de Claudio Guerra, quien apenas marcó ocho tantos en sus tres ciclos en Huracán. Ahora, con la camiseta de Defensa y Justicia, nos hizo un golazo decisivo a los tres minutos... Cosas de Huracán...

sábado, septiembre 14, 2013

Sin respuestas

Nacional 13/14, Fecha 7: Defensa y Justicia 1 - Huracán 0, en Florencio Varela. El peor partido del equipo, la mayor preocupación. Y, sobre todo, una pregunta sin respuesta: ¿para qué esta este Huracán?

El mejor: Diego Pozo.
El peor: El equipo.

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
El fixture

miércoles, septiembre 11, 2013

El clásico (auto) golpe




Por Atilio Cesáreo Grosso, El Contrera*
Mientras presuroso subía las gradas y me acomodaba en la Alcorta, me estremecí. Me percaté de que supuestamente se presentaban los astros favorables, y en esas circunstancias al Huracán moderno la cosa le suele salir MUY mal.

Veamos; gran clima y concurrencia en el Ducó, Huracán en alza, la defensa solidificándose, el medio que había ganado juego, y Defederico y Caruso que querIan volver a ser.

En el otro bando, asomaba por el túnel del Palacio de Patricios el PEOR Independiente de la historia, recientememte vapuleado por diversos rejuntados zonales en horrendos papelones deportivos; destrozado institucionalmente, confundido, despistado, y futbolísticamente "liderado" por el Traidor que, por el generalizado abucheo, parecía abrumado psicológicamente, apichonado, herido emocionalmente y con ganas de irse a su casa, prender la compu y controlar el saldo de su cuenta en U$S por home banking.

Y suena el silbato, y como ellos no sabían para donde agarrar, y nosotros íbamos dominando el incipiente trámite, y de ganar quedaríamos en posición de ascenso, y les podíamos propinar una reconfortante humillación deportiva, es decir, como estaba todo BIEN.... A los 10 minutos (no sea cosa de demorarse), uno de los nuestros enloquece en una jugada cualquiera de mitad de cancha, se lanza estilo Bruce Lee y le tira una patada/planchazo a la cabeza a un Amargo, que decí que el Amargo corre la cabeza y le pega la patada en el hombro, que sino se la arranca, y en lugar de mandarlo a las duchas, Pe$$ota lo hacía conducir a la Seccional y el Juez Penal de turno caratulaba el hecho como tentativa de homicidio y nos clausuraban el Duco por escena del crimen.

Era inevitable! Si no es el rival, el árbitro, o el clima, nosotros mismos nos encargamos de orquestarnos el boicot.

Quién fue la bestia? Fue un pibe, seguro, acelerado por mostrarse!  No, es experimentado, tiene 5.000 partidos en Primera... Ahhh, debe ser un veterano bruto. O un rústico. ¿Fue Barrientos? Noooo, si el Capitán Hugo no juega más, creo que puso un drugstore con panchería en Comodoro Rivadavia.

¡¡¡Fue Arano!!! ¿Aranoooo? Sí, Chiche, el lateral volante con manejo, proyección y ataque, un mosquetero del tiki tiki, ¡¡¡el 3 preferido del Licenciado Cappa!!

Esto no era suficiente para terminar de arruinar todo, porque este Independiente además de ser el peor es el más apático. No convertía, y había estado más cerca de perderlo que de ganarlo, así que faltando casi nada para el final (cosa que no hubiera ya piernas ni tiempo para remontar) el mundialista Pozo da rebote hacia el medio y consuma un nuevo capítulo de estos episodios a los que estamos tan habituados....

Qué vas a hacer, Quemero, son cosas del fobal. Un abrazo de gol.

 *Atilio Cesáreo Grosso es un tipo grande. Un viejo con onda. Pero un viejo cascarrabias. Divertido, agradable. Muy Quemero, aunque parece -por momentos- hincha del Inquilinato. Desde hoy se convertirá en nuevo columnista de este modesto Blog. Su papá le contó que fuimos los mejores del mundo en los años veinte. El vio al Equipo de los Sueños en los años setenta. Hoy, quejoso de todo, se sienta en la Alcorta para ver a Huracán. Y, ad honorem, se suma a este espacio. El lo sabe: en definitiva, reìrnos de nosotros forma parte de nuestra grandeza.

martes, septiembre 10, 2013

De aplausos y de silbidos


Por Ricardo Sapia*
A veces no se puede volcar la balanza toda para el mismo lado. A veces reconforta hasta la emoción ver a 30.000 almas apoyar, alentar y sacar a relucir todo lo que sienten por los colores de su vida con esa ovación final. A veces un futbolista (con nombre y apellido, Carlos Arano) tiene que tener la cabeza en su lugar y pensar que con un partido casi completo por delante no puede partir al medio a un rival para interrumpir una contra. A veces no alcanza con el esfuerzo y el buen juego también, de los otros diez para ganar un partido en inferioridad numérica y superar a quienes venían (y a mi gusto se fueron igual) con un andar mediocre. A veces un arquero (con nombre y apellido, Diego Pozo) tiene que responder en las pocas que tiene, ser el seguro del arco y no dar un rebote al medio y entregar el gol. A veces hay que morderse y levantar la cabeza con la confianza de una labor digna en la adversidad, incluso sin el resultado esperado. A veces unos chiflidos ensordecedores le dicen a un jugador que se equivocó y postergó un sentimiento dicho y aceptado por él para defender a otro club cualquiera. A veces te toca un árbitro sensible que pita y amonesta (la roja fue indiscutible) para un lado y para el otro tiene un poquito más de paciencia.

Huracán no ganó ese partido que tanto nos hace falta. El que rompe la hegemonía e infla el pecho. El que te hace apretar el puño y marca una presencia a futuro en un torneo durísimo. Huracán tiene que saldar, algún día, esa cuenta pendiente de ganarle al más macho que se le ponga adelante (aunque esta vez haya sido sólo por su chapa) y para eso necesita que nada se salga del plan. Ni una patada. Ni un rebote.

Hay que traerse tres puntos de Varela. Sí o sí.

*Periodista. Texto publicado en el diario Olé.

El triunfo del contorno



El recibimiento de Huracán ante Independiente. La popular Ringo Bonavena -la más grande del fútbol argentino- repleta; en la Alcorta gente en los pasillos; la Miravé con clima de Primera. Lunes, a las 19.10. El nombre de esta pasión tiene siete letras: Huracán.

Palabras para un golpe



Antonio Mohamed, en la conferencia de prensa, tras la derrota ante Independiente.

lunes, septiembre 09, 2013

Apuntes de otro tropiezo


Nacional 13/14, Fecha 6: Huracán 0-Independiente 1, en el Palacio Ducó. Otra chance desperdiciada, otro golpe evitable, otro error propio que se paga con derrota. Inadmisible la patada de Arano que valió su expulsión. Error en aceptar livianamente la designación de Sergio Pezzotta. Flojo el tramo final en el que el equipo se metió atrás. Innecesarios los rebotes que ofreció Pozo. Apuntes de otro tropiezo...

El mejor: Gonzalo Martínez.
El peor: Carlos Arano.

Así estamos:
En la tabla
En los promedios
El fixture

Víctor Cuesta, de buena tarea, contra Menéndez. Un retrato de la lucha en el Ducó. Huracán quedó a dos puntos del Puesto 3.
 

jueves, septiembre 05, 2013

Desde siempre


Año 1930. El público de Huracán desborda la vieja cancha de Alcorta y Luna, la anterior al actual Ducó. No cabe nadie más, incluso a pesar de que la campaña del más campeón de la década (junto a Boca) no fue buena en ese último año de la Era Amateur (terminó decimocuarto entre 36 equipos). En aquel tiempo, el Globo de Newbery tenía una de las cinco grandes canchas de la Ciudad de Buenos Aires, con capacidad para 40.900 espectadores. Estaba sólo detrás de las de San Lorenzo (73.400), River (58.000) y Boca (55.000); y delante de la de Sportivo Barracas (33.000), frecuente escenario de los partidos del seleccionado en los años veinte. Toda esa gente iba a a ver Huracán, orgullo de los Barrios del Sur.