viernes, febrero 12, 2016

"Le escapamos a la tragedia"


Mariano González tiene un par de cortes en su espalda a consecuencia de los vidrios de ese micro en el que él y sus compañeros conocieron la posibilidad de la muerte. Las lesiones leves no merecieron ni un punto de sutura. Es el día después de ese instante que durará para siempre: el del segundo nacimiento de cada uno de los jugadores de Huracán que compartieron ese traslado desde el hotel que los hospedó en Caracas hasta el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía. Se lo cuenta en detalle a Clarín, ya más tranquilo, después de la desesperación:

“Fue raro. Pasó todo muy de golpe. Es cierto que en las ocasiones anteriores el micro se había movido rápido por la ciudad, pero esta vez, no. Veníamos a una velocidad normal para una autopista. Ya lo conocíamos al chofer, nos había trasladado siempre en este viaje, con el mismo ómnibus. Esta autopista que nos llevaba al aeropuerto es toda en bajada. Es un recorrido de montaña. Pasamos por algunos túneles. Veníamos muy tranquilos, filmando, charlando, escuchando música. Hasta que en un momento escuchamos un ruido. Se había roto el freno y, parece, que en el intento de meter un rebaje también se rompió la palanca de cambios.

No nos preocupamos tanto de entrada. Incluso cuando desde adelante el profe Santella dijo que se habían roto los frenos pensamos que era una joda. Pero cuando se empezaron a venir para atrás los demás del cuerpo técnico y los dirigentes -todos los que venían adelante- nos dimos cuenta que era en serio. Fue muy fuerte. El doctor Di Spagna nos intentó tranquilizar. Yo traté de ponerme el cinturón. En algunos asientos había varios compañeros juntos.

La velocidad comenzó a ser otra. Ibamos muy rápido. Seguíamos en bajada. En ese momento pensamos todos lo peor.

Entonces, el chofer le avisó a la policía que venía adelante que nos quedamos sin freno. Y pronto, justo en la última rampa posible, la policía le indicó al chofer que subiera para evitar seguir en bajada. Y subimos. Lo siguiente que recuerdo es un golpe, un ruido. Después el micro empezó a descender. Por suerte, el conductor tuvo la pericia para hacer detener y volcar al micro con la montaña. Después, cuando lo charlamos con el resto de los compañeros, coincidimos: si no hacía eso nos matábamos nosotros y varios más que andaban por ahí. La sensación es que le escapamos a la tragedia.

El micro volcó después. Pero no dio vueltas. Nos empezamos a hablar entre nosotros. Para tranquilizarnos, para ayudarnos. Yo quedé abajo de todos. Se rompieron algunos vidrios. Empezamos a salir por esa ventana que se abre en el techo. Mancinelli y Wanchope sacaron al profe Santella, que estaba mal. Varios compañeros tenían cortes. A Mendoza también tuvieron que ayudarlo para salir. Y mientras eso pasaba, comenzamos a sentir olor a nafta dentro del micro. Fue un momento desesperante. Entre varios rompieron el vidrio del conductor, para que salieran los que iban adelante. Rolfi Montenegro y yo fuimos los últimos en salir. Habíamos quedado en el fondo, debajo de todos.

Ya afuera, tratamos de ayudarnos todos con todos. Pato Toranzo, el profe y Diego eran los más complicados. Varios tenían sangre encima y algunos otro estaban golpeados. Pero sentíamos que lo peor ya había pasado. Estábamos vivos.

Cuando hablamos entre nosotros después de todo lo que pasó y reconstruimos la escena coincidimos en que nos salvamos por esa maniobra del chofer. En que un milagro se nos cruzó en el camino...”


Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín.