viernes, septiembre 29, 2017

Dos equipos, un punto



Defensa y Justicia 0 - Huracán 0

El equipo que defiende, ofrece garantías. En los últimos cinco partidos disputados, Marcos Díaz tuvo el arco invicto en cuatro. Es un síntoma de lo que funciona bien.

El equipo que ataca, es una incógnita. A Huracán le está costando convertir. No hizo goles en los últimos dos encuentros. Pero hay algo peor: no se generan situaciones.

En el equipo que defiende, Marcos Díaz sigue siendo San Marcos; Santiago Salcedo se consolida como el mejor refuerzo y Martín Nervo vuelve a ser aquel central que mereció la cinta de capitán.

En el equipo que ataca, Ramón Abila no parece nuestro Wanchope (desperdició dos situaciones muy claras en los últimos dos partidos; goles que valían puntos); Fernando Coniglio lucha mucho, juega poco y define nada; Ignacio Pussetto ofrece oro y barro según el partido; Nicolás Solís no puede ser titular...

El equipo que defiende garantizó un punto en Florencio Varela.

El equipo que ataca merecía la derrota.

sábado, septiembre 23, 2017

Sumar, seguir, creer

Huracán 0 - Unión 0

Gustavo Alfaro llegó a Parque de los Patricios en un escenario complicado. Sabía que Huracán arrancaba la Superliga en la zona de descenso y que el último antecedente previo a su arribo era un dolor:ese 1-5 frente a Libertad de Paraguay, en el Palacio Ducó, por la Copa Sudamericana. Desde aquel fondo, se animó a una osadía: le dijo al presidente Alejandro Nadur que no llegaba al club a luchar por la permanencia. “Vengo a pelear arriba, por el campeonato, por cosas importantes”, expresó en público y en privado. Ahora, ya con el torneo en marcha y con la continuidad de la Copa Argentina, los números cuentan que consiguió algo importante: enderezó un barco al que muchos veían parecido al Titanic.

Desde que se sumaron los últimos refuerzos que pidió (Nazareno Solís y Nicolás Silva; luego de que se cayera el traspaso de Abel Aguilar, del Deportivo Cali), Huracán ganó tres de los cuatro partidos que disputó, empató el de ayer y apenas recibió un gol. Aquel equipo roto ya no está. Se transformó en lo que es ahora: un equipo bravo, intenso, incómodo. No le sobra brillo, es cierto. Pero luce dispuesto a protagonizar el partido y a rasparse en nombre de recuperar cada pelota.

Corresponde decirlo: frente a Unión no jugó bien. Careció de profundidad, llegó poco. Sin embargo, a pesar de eso, se mostró sólido y hasta pudo haberlo ganado. No le alcanzó. Fallaron los que venían jugando entre bien y muy bien, los más desequilibrantes, los de arriba.

Wanchope Abila -el mejor delantero de Huracán en las últimas tres décadas; garantía de un gol cada dos partidos- tuvo la situación más clara de todo el partido. Solo frente a un Nereo Fernández casi vencido, cabeceó apenas desviado, al costado del palo derecho del arquero de Unión. Iban 16 minutos del primer tiempo. Justo él -el nueve, el de los goles importantes, el superhéroe de La Quema- desperdició lo que pudo haber sido un quiebre en el partido.

Por si hacía falta más, Unión volvió a demostrar que más allá de los nombres es un equipo capaz de lidiar contra cualquier rival. Es ordenado, sabe a qué juega y cómo debe llevar adelante su plan. Yesa impronta colectiva le permite tolerar rendimientos individuales flojos sin mucho costo. Las estadísticas lo avalan:está invicto, suma 8 puntos de 12 en la Superliga; sigue con vida y con expectativas grandes en la Copa Argentina.

En cualquier caso, entre los dos construyeron un partido feo. Quiso más Huracán, siempre. Pero no le encontró la vuelta. Unión apostó al error ajeno. Y eso, en el ámbito defensivo, no aconteció. Por eso, además del gol, hubo otra ausencia en la tarde del Ducó:la de las llegadas a fondo. Apenas un par de excepciones, al margen de la de Wanchope: un cabezazo de Claudio Aquino y una definición imprecisa de Saúl Salcedo.

El resto del partido fue una celebración del triunfo de las defensas y de los mediocampistas de marca. Con los destellos de Patricio Toranzo -otra vez ovacionado- como el único ofrecimiento de belleza. Poco, demasiado poco, para las expectativas que venían generando. También lógico para dos equipos que no les gusta perder ni a la bolita. O eso parece...
Texto publicado por el fundador del Blog, en Clarín

martes, septiembre 19, 2017

Partido a partido, por más...



Gustavo Alfaro, tras la victoria frente a Gimnasia, en La Plata. Prudencia, calma. También entusiasmo.

lunes, septiembre 18, 2017

Así, Huracán



Gimnasia 1 - Huracán 3

Necesario. Histórico. Relevante. Sintomático.

Las cuatro palabras cuentan la victoria en La Plata.

Primero, porque suma mucho para la doble pelea: la de abajo (con los promedios) y la de arriba (con la expectativa de pelear por la Estrella Catorce).

Segundo, porque se ganó en el Bosque por primera vez desde el verano de 1986. Sí, más de tres décadas.

Tercero, porque se trata de la tercera victorias consecutiva. Y así consolida la mejoría y el ánimo.

Cuarto, también fundamental: porque el equipo ofrece rendimiento y -salvo imponderables- comienza a salir de memoria.

No es poco. Seguro que no.

lunes, septiembre 11, 2017

Pato + 10



Huracán 1 - Newell's 0

Tres puntos de platino, imprescindibles. Conseguidos con argumentos conocidos que parecen nuevos:

1) La capacidad para mantener el arco en cero (ya con Marcos Díaz definitivamente "de regreso").

2) Con la impronta luchadora reaparecida, intacta.

3) Sobre todo, con un Toranzo que mereció esa ovación con la que el Palacio le rindió tributo. Que queda claro: jugando asì, es Pato + 10.

Apenas eso. Todo eso.

domingo, septiembre 10, 2017

La camiseta, homenaje al Ducó


En el debut de Huracán en su estadio, por la Superliga frente a Newell's, habrá una camiseta especial para la ocasión: se trata de un homenaje al Palacio Ducó, que esta semana cumplió 70 años.

Los detalles:
En la Web Oficial.

viernes, septiembre 08, 2017

Manzi, el Palacio y nosotros


Por Homero Manzi*
Los arqueólogos se empeñan en hacer la cuenta exacta de las ciudades superpuestas a lo largo de sucesivas civilizaciones. Ayer, sentados en las butacas de “Huracán”, sin querer, hacíamos nuestra arqueología sentimental, superponiendo en el recuerdo las distintas canchas del club del Parque de los Patricios, que nació bajo el símbolo de aquel globo ausente –que llorará todo Buenos Aires- y que tuvo como presidente honorario a Jorge Newbery, el príncipe de los deportes argentinos, aquel de la sonrisa triste y la muerte gloriosa.

Es que habían pasado muchos años sobre nuestras vidas. Ya no estamos con “Tuco”, el extraño vagabundo del conventillo de la calle Garay, mirando “medio partido” desde las montañitas de Chiclana. Ya no corría sobre la líneas lateral de la cancha el “Ruso Chavin·, con el pañuelo colgando del bolsillo trasero de su largo pantalón azul.

Y el “Negro Laguna”, mañero y limpio al mismo tiempo, y “Ginebra”, el ídolo de la calle Rioja, “Iriarte”, “Basaldene”, “Carabelli”, “Marquez”, “Soulas” y “Martinez” (Pedrito Martinez) tampoco andaban sobre el pasto.

Comprendimos que habían pasado muchos años sobre nosotros y sobre los demás, y que, en su curso, el escenario y los actores se habían transformado. Claro, algo había quedado como antaño, y eran el corazón indomable de un “once” que empuja como si fuera el de siempre, y el globo simbólico que para jerarquizarse puede apelar a la tradición deportiva mezclada a la ciudad de 1910, que subía a las azoteas bajas para ver pasar sobre los molinos y las chimeneas los inflados aparatos de “Newbery y el Sargento Romero”.

También estaba sobre la cancha –otorgando con su presencia serena categoría de seguridad, el “Cachorro Alberti”. Porque hace mucho, cuando en lugar de las tribunas actuales apenas si existía una casilla de madera, ya jugaba un “Alberti”, que desde la misma línea lucia el arte del rechazo infalible y rotundo. Y también estarían sobre las tribunas, mezclados a la multitud, los muchachos de “Danel”, de “Metan”, de “Prudan”, de “Casacuberta”, de “Gallegos”, de “Cabot” –famosas cortadas del Sur- y sobre cuyas piedras sin tranvías se levantaron escuelas primarias de football ¡ con pelotas de veinte… !

Estaban allí. Yo los he visto otra vez como hace muchos años, inflando el globito con todos los pulmones y festejando la victoria con las gorras al aire y ocupando orgullosos las gradas de cemento.

La historia de los barrios porteños esta escrita, sin duda alguna, en los libros de acta de los clubes de barrio. Huracán es casi la historia misma del Parque de los Patricios. Alrededor de su nombre Pampero, giran los recuerdos del barrio sur. Al globo rojo sobre campo blanco –heráldica suburbana- están adheridas las cosas del barrio, y los cafetines del barrio, y los baldíos del barrio…con melancólicas suturas.

¿Es que el Café Benigno, desde cuyo palco molía tangos el bandoneón de “Arturo las Vieja”, y en cuya pizarra de billar se colocaba el resultado de los partidos de primera cuando no había radio ni sextas ediciones… no formaba parte de la historia de Huracán…?

¿Es que el Colegio Luppi, aquel que fundara Colombo Leoni, y en cuyos recreos del lunes se comentaban los goles y las jugadas del domingo… no era un vivero de jugadores y simpatizantes de Huracán…?

¿Es que el “Cine Ruso” – “El del Capuchino” – y “La Esclava” y “El Americano” y “La Tipográfica”, no estaban ligados a los mismos recuerdos…? ¡Sì…!

Todos esos lugares y la “Quinta de Pancho Moreno”, y cada una de las esquinas del Parque, están estampados en las paginas del club, que de tan modesto recibiera el mote de “Mate Cocido”, pues en lugar del te habitual obsequiaba con la criolla infusión a sus rivales, y que hoy, al correr de los años, es dueño de una sede lujosa y del primer estadio sudamericano.

*Texto publicado en el diario Crítica, en septiembre de 1947. Fragmento.

jueves, septiembre 07, 2017

Siete décadas, orgullo de La Quema


Esa caminata desde Caseros -por Luna o por Colonia- forma parte de los ritos de cada quemero de ley. Lo saben todos los feligreses del Ducó:allí al final del recorrido en la Avenida Alcorta espera -puro cemento, puro orgullo- el Palacio. Ese que acompaña alegrías y tristezas de Huracán; el que cobijó a Maradona y a Pelé como rivales; el que le ofreció escenario al Equipo de los Sueños del 73 y a tantas pesadillas que derivaron en descensos de tiempos no tan lejanos. También el que Hollywood reconoció a través de la película El secreto de sus ojos, ganadora del Oscar, en 2010.

El estreno del Ducó sucedió hace 70 años, justo hoy. El encuentro fundacional fue ante Boca, el archirrival de la década del 20, de la que ambos habían sido los más campeones. A diferencia del mandato de la historia del viejo duelo, fue victoria para el equipo de Parque de los Patricios por 4 a 3, por la vigésima fecha. Heraldo Ferreyro convirtió el primer tanto. Una curiosidad al respecto: fue su único gol en los 16 encuentros que disputó durante la temporada con Huracán. Juan Carlos Salvini fue el gran protagonista:marcó el primer hattrick en la historia del Ducó.

La tapa de la revista El Gráfico de aquella semana exhibe en su portada la presentación de los dos equipos, con la tribuna Miravé repleta: había clima de fiesta y de final.

Huracán ya había dejado atrás su estadio de madera, que estuvo en Alcorta y Luna desde el 17 de agosto de 1924 hasta el 22 de noviembre de 1942. En este 1947, en el mismo lugar, comenzaba una nueva era...

Los terrenos fueron adquiridos definitivamente el 23 de abril de 1939 tras la obtención de un crédito del Gobierno Nacional por $ 700.000. El 26 de octubre de 1941 se colocó la piedra fundamental. Más tarde, un nuevo crédito de $ 1.553.472 permitió que el 10 de agosto de 1943 se iniciara la construcción de las tribunas.

También en ese estadio flamante, Huracán se dio un pequeño lujo esta temporada: le ganó 3-2 al campeón River, que contaba -entre otros- con Alfredo Di Stéfano, Angel Labruna y Félix Loustau.

Ese mismo 1947 fue un año de despedidas. Tres jugadores emblemáticos jugaron su último partido para Huracán: Jorge Alberti, el futbolista con más presencias en la historia del club (393 partidos); Bruno Barrienuevo, el arquero que más jugó (253 encuentros); y Delfín Unzué, quien llegó a los 157 encuentros y 42 goles. Era el fin de una era. Y el principio de otra. La del Ducó.

Texto publicado por el fundador del Blog en Clarín.

sábado, septiembre 02, 2017

Dos partidos, dos goles...



Wanchope Abila está de regreso. Y se nota. Dos partidos, dos goles, siempre desequilibrio en campo ajeno.

Va por más. Y lo dice.

viernes, septiembre 01, 2017

Viva la Copa



Copa Argentina: Huracán 1-Colón 0, en el Diego Maradona

A Huracán, parece, le sienta bien esta competición. Luce copero, como grita su gente desde la tribuna principal del Diego Maradona, en La Paternal. Con el 1-0 frente a Colón pasó de ronda en la Copa Argentina y resucitó respecto de sus derrotas recientes y de su pésimo registro frente a Los Sabaleros en tiempos cercanos. La lectura es inequìvoca: se trata de un buen modo de darle impulso al ciclo naciente de Gustavo Alfaro a cargo del Globo de Newbery. Nada más. Nada menos.

Queda una impresión: la Copa Argentina encanta y seduce. Lo sabían los dos, por experiencia. A cinco partidos les quedaba el trofeo, la posibilidad de jugar la Libertadores y la Supercopa. Por eso, no hubo casualidad: Huracán y Colón ofrecieron lo mejor que tenían a disposición.

Corresponde decirlo. Lo jugaron como lo que era: un encuentro decisivo. De esos que pueden marcar rumbos. Para el equipo, para el entrenador, para los protagonistas centrales de cada equipo.

El primer tiempo fue una demostración de que se conocían en detalle. De que el que se equivocaba perdía. Eduardo Domínguez, el entrenador de Colón, no es otro que el capitán que levantó los últimos dos trofeos de Huracán ni el entrenador que accedió a la final de la Copa Sudamericana. Actuó en consecuencia. sabía que debía anular a Ramón Abila, ese Wanchope que lo impulsó en sus mejores días recientes. Lo logró por momentos. Pero cuando el nueve de Huracán encontró resquicio, Colón sufrió. Le dolió. Pero todo en el contexto de un partido muy parejo.

Hubo dos rasgos en el comienzo: Colón manejó mejor la pelota; Huracán fue más vertical y se asomó al gol. Pero poco. Poco de los dos. La prioridad compartida fue otra: limitar la ofensiva ajena, garantizar el cero.

El segundo tiempo no ofreció variantes en ese sentido. Colón y Huracán se dividieron casi todo. La pelota, los espacios, las aproximaciones (que poco se parecieron a llegadas a fondo). Nadie quiso arriesgar. Se miraron, se midieron, se observaron parecidos de tamaño. Como en una pelea de boxeo en la que los dos saben que se van de dirimir por puntos. O por detalles.

Y entonces, cuando quedaba un cuarto de hora, apareció Ignacio Pussetto por la derecha, encaró, generó un penal (clara mano de Guillermo Ortiz). Fue Wanchope. Miró, le dijo a Romero Gamarra que lo dejara. Y se hizo cargo. Convirtió. Estableció esa diferencia. Después de perder durante varias prácticas contra Marcos Díaz, aprendió. Fuerte, a la izquierda, sin vuelta. Uno a cero.

Lo que siguió fue un partido lógico: Colón yendo; Huracán tratando de resolver en defensa. Y el desenlace brindó lo mejor del equipo de Alfaro: esa capacidad para que el cero sea una garantía. No es poco, incluso más allá de la alegría de seguir en camino.

Texto publicado por el fundador del Blog, en Clarín.