viernes, febrero 05, 2016

Así, no

Wanchope, en acción. No le salió una. Uno de sus peores partidos en Huracán.

Fecha 1: Huracán 0-Rafaela 1
Huracán parece preso de su lógica de vaivenes. Este plantel capaz de lo mejor (de ganar dos títulos, un ascenso y de llegar a la final de la Copa Sudamericana en 15 meses) resulta también indescifrable cuando la situación parece más cómoda o accesible. Se complicó con la permanencia el año pasado; tropieza con piedras evitables; se debilita cuando en la antesala luce como candidato. Le pasó ayer, en el partido inaugural del Torneo de Transición: en el Palacio Ducó, que estaba invicto en el ciclo Domínguez, ante un rival en días de recambio y reconstrucción, perdió y decepcionó. Con un detalle que sirve de retrato de la preocupación con la que la gente se fue de Parque de los Patricios: jamás supo mostrarse superior a Atlético Rafaela.

Falló esta vez el bravo Huracán que asomaba como posible revelación en este campeonato. Hubo rotundos fracasos en los rendimientos individuales: Wanchope Abila -figura de 2015; goleador de la Sudamericana- perdió siempre ante la dupla central que armó Burruchaga con Paparatto y Víctor López. Toranzo, Romero Gamarra y Montenegro fueron espejo de lo que le pasa a Huracán cuando juega mal: insinuaron mucho más que lo que ejecutaron. Las variantes ofensivas que intentó Domínguez en el segundo tiempo (con los ingresos de Diego Mendoza y de Espinoza, dos delanteros) no dieron resultado. Con un agravante: parece increíble que un jugador de las condiciones del wing derecho de Huracán -el supersónico Espinoza- haga todo mal. Por apuro, por imprecisión o por torpeza, jamás logró desnivelar.

Es cierto, de todos modos: hubo un detalle que condicionó al partido. A los 25 minutos, el azar lo abrazó a Rafaela: córner desde la derecha, tropiezo y rebote en Bogado y gol en contra. Uno a cero en la primera llegada a fondo para el equipo de la Provincia de Santa Fe. A partir de ese momento se puso en escena con claridad cuál es la principal virtud del equipo de Burruchaga: recortar espacios hacia atrás, entorpecer la construcción de juego ajeno, sostenerse en una defensa que se armó como un rompecabezas y que se exhibió como una muralla. Así, se sintió a gusto y -ya con Huracán des esperado-hasta pudo haber aumentado la diferencia. Entonces, apareció -en el día de su cumpleaños- Marcos Díaz para mantener viva la posibilidad del empate hasta el último de los suspiros.

Huracán tampoco pudo con centros y más centros, su repetido recurso del segundo tiempo. En la más clara, Mario Risso cabeceó en el centro del área, superó al seguro Germán Montoya, pero en la línea Gabriel Graciani ahogó el grito. La suerte no lo cobijó al equipo de Domínguez. Sin embargo, esa no fue la principal causa de la caída. Quedó claro: cuando Huracán juega tan lejos de su mejor versión, queda expuesto en la cornisa de la derrota. Como esta vez.

Texto publicado por el Fundador del Blog en Clarín.